¿Mar o montaña? ¿Pescado o carne? ¿dulce o salado? ¿Café o té?, ¿son realmente preguntas banales? Yo diría que no, y podría contestar diciendo: «El café me pone nerviosa y por la noche no puedo dormir, salado siempre, el dulce me empalaga o por supuesto playa, con un buen chiringuito cerca con sus calamares y bravas»..
Pero claro, son preguntas sencillas de contestar, luego están aquellas a las que no sabemos que responder o simplemente ¡no vale la pena decir nada!
Por otro lado, están las preguntas retóricas, las existenciales, las comprometidas o subidas de tono, preguntas fuera de lugar, o preguntas tontas, entre otras. Todas forman parte de lo que somos, sentimos, creemos, pensamos, oimos o vemos. Pero yo me pregunto, ¿que sería sino existieran tantas preguntas? ¡Contesta, contesta…!
