POTRO, PLINTON Y OTRAS ARTES

A fecha de hoy, aún esta por ver si este año los juegos Olímpicos se llegarán a celebrar, pero ya se está barajando la opción del SÍ. Así que, aplaudamos a todos aquellos deportistas de élite que se están preparando y entrenando para cuando llegue ese esperado día.

¡Qué sacrificado es el mundo del deporte! y más a este nivel.

Dentro de la gimnasia artística hay una disciplina que siempre me ha fascinado verla, y lo hago con gran pasión, me refiero a la deportiva, y más en concreto el «Salto al Potro». Únicamente con pronunciarlo «me entran todos los males», por eso practicarla desde el sofá no me supone ningún tipo de esfuerzo.

¿Y por qué os cuento todo esto?

Pues bien, la asignatura de gimnasia que en teoria debería de ser de mis preferidas y de las más queridas, durante mucho tiempo no lo fue.

Vamos a situarnos, imaginaos por un momento que estamos en el instituto, en aquella sala tan equipada, en donde se encontraba ese aparato de madera compuesto por cuatro patas y no sabéis ¡como imponía!, ¡síííí! ¡ese! a su lado le acompañaban el plinton y la barra alargada, en donde mis compañeras de clase tengo que decirlo, se lucían haciendo ruedas.

Yo la verdad es que lo intentaba pero ¡no había manera!

Por órden alfabético y todos en fila decía el «profe», para mis adentros; «venga tu puedes coge aire corre, corre y salta en el trampolín, apoya las manos ahí justamente ahí, ni más adelante ni más atrás y ya está». Saltar lo que era saltar, saltaba pero al otro lado del potro no pasaba, y eso que tenía las piernas largas me decían, quizá el miedo aunque no sé exactamente a qué, ¡me paralizaba!.

Ni potro, ni plinton, ni barra. Durante todo el curso fingí un insufrible dolor de espalda, «haciendo el profe la vista gorda», dejándome sentada y sin saltar por no crearme más malestar.

Él lo sabia y cada vez que en teoría tenía que realizar el salto, me decía «De La Salud siéntese, ya llegará el día». Me pasé todo el curso, observando como lo hacian los demás, aunque añado que no era la única. Finalmente el día llegó, el día más esperado, el día en el que ¡por fin! me despediría de ese aparato inanimado. Me armé de valor y aunque fingiendo a ratos un dolor espantoso, ahí estaba yo preparada para dar el gran salto. Respiré profundamente y recordando una serie de instrucciones iniciales salté como nadie, no me lo podia creer, gané los juegos Olímpicos y su correspondiente medalla.

Photo by Frans Van Heerden on Pexels.com

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