MAL DE OJO

Es bien sabido, que los Grieg@s son de tradiciones creencias y costumbres.

El llamado «mal de ojo» es una de ellas. Podría definirse, como la capacidad que puede tener alguien en quitarte toda tu energía con tan sólo mirarte, (definición breve y resumida).

Pues bien, un claro ejemplo de ello sería lo que me pasó hace un par de años. Me dirigía yo, como todas las semanas a casa de un alumno al que por cierto, le apasiona el español o castellano. Serían las 8.30 de la mañana y la verdad tenía bastante sueño. Al llegar a su casa me abrió la puerta su madre, que por cierto está muy arraigada a sus costumbres y tradiciones. Lo primero que me dijo incluso antes del buenos días fue, ¡qué mala carita traes hoy!, ¡seguro que tienes ¡»mal de ojo»!

El estudiante y los libros, pasaron a un segundo plano.

Con el fin de acabar con aquel «mal de ojo», la mujer enseguida me trajo un vasito de agua con unas gotitas de aceite que ella misma había elaborado. Consistía en darle un sorbo, para después no ser tragado y escupirlo en el mismo vaso. Yo ante tal situación, lo hice sin pensármelo, para poder acabar cuanto antes con el tradicional momento y empezar con el modo subjuntivo tal y como, me lo había organizado. La señora después de mi delicado gesto se fue a vaciar el contenido, para traerme otro vasito de agua con otras gotitas de aceite, ya que según ella tenía un «mal de ojo» como nunca antes «había visto». Además añadió segura de si misma, ¡ayer alguien de ojos claros te miró intensamente, y te quitó toda tu energía!. Ante tales declaraciones, yo seguí con la tradición y le volví a dar otro sorbo al vasito para volver a escupirlo después. Su hijo nos miraba pidiéndole a su madre que ¡por favor! parara, pero ella volcada en sus creencias, volvió a entrar una tercera vez con otro vasito en la mano, dándole yo otro sorbo, para después escupir finalmente la tercera ronda.

La mujer me dijo que de agua íbamos sobradas, a lo que pensé ¡por fin!, ¡hemos acabado!. Pero no, ¡aún no me había purificado!. Al minuto volvió a entrar en la habitación con el propósito de que diéramos tres vueltas alrededor de la misma. Sinceramente, más que llevar a cabo una tradición aquello parecía el «juego de las sillas» pero sin que nadie se sentase.

A la vez que dábamos las tres vueltas, ella iba rezando y yo observando. Quería despojarme de un «mal de ojo», que se suponía que yo tenía porque ella así lo creía. Al acabar con las vueltas me preguntó ¿estás mejor verdad? ¡Cómo para decirle, qué no!

Además añadió ¿estás segura que ayer no hablaste con nadie?, sinceramente no sé si ese día tenía o no «mal de ojo». Después recordé, que el día anterior había ido al súpermercado a comprar, y el cajero ¡tenía los ojos azules! Un detalle importante, ya que como diría la madre de mi alumno, si tenía los ojos claros, ¡ese fue el culpable!

Photo by Meru Bi on Pexels.com

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