¡Qué ratos más buenos pasábamos! debajo de la parra con tres o cuatro porrones encima de la mesa. Aprendí tarde a beber en aquella botella abombada, basicamente porque no contenía agua sino otra cosa, pero finalmente ahí estaba yo, con el porrón en mano y saboreándo aquella mezcla de limón y cerveza, tan fresquita que cualquiera de los presentes preparaba.
Los vasos los utilizaban l@s menos aventajad@s pero lo del porrón, no sé si por tradición o algarabía se daba y se repetía.
A mí me encantaba ver quién era el guapo o guapa que no se manchaba. Y la frase de ¡más arriba, más arriba! era un clásico en esas comilonas y largas sobremesas.
¡Qué buenos ratos pasábamos! quien no contaba un chiste, contaba una anécdota, y a ver ¡quién la decía más gorda!.
A todo esto, se seguía bebiendo en porrón y se llenaba cada vez que se acababa la clara, esa mezcla tan rica de cerveza como ya he dicho, y limonada.
Creo que mi madre aún los guarda. Te llevabas el porrón a pasear por toda la casa, y aunque no te viesen y no te animasen, empinabas el codo igualmente satisfecha.
¡Qué raticos más buenos con esa agradable compañía!, todo valía. Daba igual lo que dijeras era un momento de fiesta y alegría.
Amigo porrón ¡cómo nos divertíamos!gracias por ser junto a muchas otras cosas, el alma de la fiesta.
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