Llegó más tarde que de costumbre, se quitó el abrigo y lo colgó en una de las sillas del pequeño y antiguo bar El Roig. Raúl llevaba un rato esperando en aquella mesa, desde donde se veía la calle a través de una ventana medio empañada de vaho.
Lo siento, dijo Martín, perdona el retraso he tenido un imprevisto, se acercó a él y le dio un caluroso abrazo. Raúl al verlo se emocionó habían pasado por lo menos cinco años desde la última vez que se reencontraron. ¿Qué te pido? ¿un quinto?, le preguntó Raúl.
El camarero un señor de pelo gris, les sirvió dos cervezas y un plato de cortezas, ¡Aquí tenéis chicos!
Bueno desembucha, ¿qué te cuentas? ¿Te vas a quedar, o vas a volverte a ir?
Está por ver, de momento estaré por aquí una temporadita, ¿y tú qué tal, sigues con la galería?, preguntó Martín, sí de momento ahí andamos. El mes que viene tengo una exposición. Si te apetece venir, ¡estás invitado! ya te daré coordenadas. Vendrán conocidos y amigos, y algún que otro marchante de arte.
Allí estaré, cuenta conmigo. Dijo Martín.
¿Por cierto, sigues con Silvia?, ¿lo dejasteis finalmente? le preguntó Martín, sí hace ya un par de años, teníamos intereses diferentes, ella quería ser madre y yo ni estaba ni estoy por la labor y no creo que tampoco lo esté en un futuro, así que lo mejor fue dejarlo, y cada uno por su lado. Sencillamente, no estoy preparado para cambiar pañales y no dormir por las noches, además bastante tengo con cuidar de mí mismo. A lo último de nuestra relación sufrió bastante, lo pasó mal la pobre Silvia, yo estaba muy confundido, así que mejor que esté con alguien menos menos egoísta que yo.
Pues viéndolo así es lo más sincero que podrías haber hecho, no te veo yo tampoco con churumbeles, afirmó Martín.
¡Fermín sirvenos dos más por favor! y entre quintos y recuerdos acabaron de pasar la tarde en aquel bar, como tantas veces lo habían hecho antes.
