Me perdía en aquel universo de revistas, diarios, chocolatinas, chicles, y entregas de Casitas de muñecas o trenes de época.
Rafael un quiosquero simpático y entrañable al que le gustaba hablar con la gente, amaba su trabajo y era feliz vendiendo en aquel pequeño quiosco al que tanto me gustaba ir y recrearme mirando las nuevas colecciones que venían dentro de un par de cartones.
Esperaba con ansia la hora de acompañar a mi padre a comprar el periódico, para poder llenarme así los bolsillos de sobres Panini fueran cuales fuesen los cromos o pegatinas en aquel entonces.
Luego venía aquello de Rafael cuatro kojaks, dos de fresa y dos de coca cola. Me era indiferente, cual comerme antes, los dos me gustaban por igual y los dos me llevaban a mi disfrute personal.
Estuvo muchos años aquel quiosco, era una institución en el barrio aunque por desgracia para mí y para muchos otros vecinos de L’Esquerra de l’Eixample fue una pena que desapareciera.
Si por mí fuera lo reabririá de nuevo, daba vida y alegría al barrio, era incluso un punto de encuentro en donde los vecinos que ni siquiera se saludaban, en aquel quisco entablaban conversación con cualquier titular publicado o con las famosas portadas de la prensa rosa, que tanto triumfaban.
Por suerte aún queda alguno en Barcelona en donde la gente sigue comprando prensa escrita.

Me retrotrajo, sobre todo, al olor a cromos de sobre recién abierto.
Un saludo.
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Idem
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