En aquel entonces me quedaba en casa de mis abuelos a dormir. Tendría unos cinco añitos y me inculcaron la religiosa costumbre de rezar cada noche. No comprendía ni una palabra pero a base de repetir y repetir aquellas letanías, acababa memorizándolas y al segundo me dormía ¡casi mejor que un somnífero!
Recuerdo que además tenía que hacer una especie de cruz en el aire y la verdad nunca me salía. Arriba, abajo, izquierda, derecha. Abajo, arriba, derecha, izquierda. Movimientos parecidos todos ellos a una kata de kárate.
Mi familia no es que fuera muy religiosa pero los dos Padres Nuestros y los dos Aves Marías todas las noches de Dios los decía.
Y si algún día no me tomaba aquel somnífero religioso, no pegaba ojo. ¡qué sugestión por Dios!
Además de susurrárle al aire, me instruí en una de las artes marciales más complejas.
Han pasado los años y muy de vez en cuando para no perder la costumbre rezo, pero ahora ya lo hago con cinturón negro.
